Un departamento en crisis: suicidios, violencia y adicciones marcan la realidad tarijeña. Tarija: una crisis de salud mental ignorada por las autoridades

Imagen referencial.

Una situación alarmante se devela en la realidad de la sociedad tarijeña: la salud mental está siendo relegada a un segundo plano, pese a que los indicadores muestran que la crisis es profunda y creciente. Tras la pandemia, el mundo entero entendió que cuidar la mente es tan vital como curar el cuerpo; sin embargo, en Tarija, los esfuerzos institucionales siguen siendo insuficientes.

Más allá del trabajo que realiza el INTRAID, los municipios y la Gobernación muestran una clara falta de visión. Una madre lo resumió con crudeza: “Las autoridades ponen plata para la fiesta, la joda, las festividades y esas macanas, pero descuidan la salud mental de la población”. Esta percepción ciudadana desnuda un problema estructural: se invierte más en celebraciones que en prevención de problemas sociales que están desbordando al departamento, como los suicidios, intentos de suicidio, alcoholismo, violencia de género, violencia infantil y abusos sexuales. Un cóctel mortal que actúa como bomba de tiempo para el futuro de Tarija.

Tarija en el primer lugar de tentativas de suicidio

En el marco del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, conmemorado el 10 de septiembre, el responsable de la unidad de prevención del INTRAID, Amílcar Patiño, informó que Tarija ocupa el primer lugar a nivel nacional en tentativas de suicidio, de acuerdo con los registros estadísticos recientes.

“Es un dato alarmante. Si bien por densidad poblacional podría bajar al segundo o tercer lugar, lo cierto es que los registros sitúan a Tarija en la primera posición a nivel Bolivia, lo cual requiere atención urgente”, advirtió.

Acciones insuficientes

El INTRAID ha desplegado conversatorios y talleres en colegios, dirigidos principalmente a adolescentes de tercero a quinto de secundaria, con psicólogos y psiquiatras que explican los cambios biológicos, psicológicos y emocionales que atraviesan los jóvenes. Sin embargo, estos esfuerzos aislados parecen apenas un parche frente a la magnitud del problema.

Durante las actividades, los propios estudiantes evidenciaron la fragilidad del tejido familiar y social en Tarija:

“¿Qué hago si no confío en mi papá o en mi mamá, a quién recurro?”

“¿Cómo ayudo a un amigo que me confiesa que quiere suicidarse sin perder su confianza?”

Estas preguntas no solo son inquietantes: son un grito desesperado de jóvenes que sienten que no tienen dónde ni con quién hablar.

El trasfondo del problema

Patiño reconoció que los conflictos sociales y económicos están provocando rupturas familiares que debilitan la confianza entre padres e hijos. Sin ese vínculo, los adolescentes quedan a la deriva, sin herramientas para pedir ayuda, y expuestos a un círculo de violencia, consumo de alcohol y desesperanza.

El panorama es crítico y exige una reacción inmediata de las autoridades. No se trata únicamente de más campañas preventivas, sino de un cambio estructural en las políticas públicas, con presupuestos reales y sostenidos para salud mental, centros de atención accesibles en barrios y provincias, y programas que integren a la familia y la comunidad.

Llamado urgente

Tarija necesita un golpe de timón. Continuar invirtiendo en fiestas y espectáculos mientras los jóvenes se quitan la vida es, sencillamente, irresponsable. La salud mental ya no puede seguir siendo la “última en la lista”. Es hora de que las autoridades asuman que el suicidio, la violencia y las adicciones no son problemas aislados, sino síntomas de una sociedad fracturada.

La crisis está frente a nosotros. La pregunta es: ¿seguiremos mirando hacia otro lado?